Existen enfermedades que pueden pasar inadvertidas para el resto de las personas y otras como en el caso de la Rosácea que son imposibles de ocultar porque en la mayoría de los casos afecta el rostro del paciente.
Además de las molestias propias de este padecimiento, debemos incluir aspectos que afectan la autoestima, puede causar depresión y hasta provocar dificultades a la hora de conseguir un trabajo que precise contacto directo con otras personas.
La Rosácea afecta a cerca del 10% de personas con la piel blanca, principalmente mujeres. Puede llegar a un 4% de personas de otras etnias y varones. Comienza cerca de los 20 años y aumenta con la edad, a los 30 años la enfermedad ya está establecida. Al ser una enfermedad crónica, requiere tratamiento y cuidados permanentes de la piel. Con los años progresa en severidad tanto en los síntomas que son dolor facial, ardor, enrojecimiento, picazón e hipersensibilidad, como en el daño que se produce en la piel. Así es como la piel puede llegar a engrosar y presentar una superficie irregular, como la que sucede en la Rosácea tipo III o Fima. Esta última se ve mucho en la nariz («nariz de borracho o payaso»), pero también puede afectar otros sectores de la cara, como las mejillas y pómulos o la frente.