La Rosácea es una enfermedad inflamatoria crónica de la piel que afecta los vasos sanguíneos y las unidades pilosebáceas de la parte central de la cara (mejillas, nariz, frente y mentón) y que se manifiesta con rubor frecuente, enrojecimiento (eritema) transitorio o permanente, telangiectasias, pápulas y pústulas con exacerbaciones y remisiones periódicas. Cuando la rosácea progresa, pueden desarrollarse otras alteraciones como compromiso ocular, descamación, edema, engrosamiento de la piel, especialmente notorio y característico cuando afecta a la nariz (rinofima).
Clasificación. En abril de 2002 se constituyó un comité experto por parte de la National Rosacea Society el cual definió explícitamente la rosácea y estableció una categorización en cuatro diferentes subtipos y dos variantes.
Los cuatro subtipos son:
Rosácea eritemato-telangiectática (Rosácea tipo I): rubor frecuente y coloración rojiza permanente (eritema). Puede presentar pequeños vasos sanguíneos visibles cerca de la superficie de la piel (telangiectasias).
Rosácea papulopustular (Rosácea tipo II): coloración rojiza permanente en el centro de la cara con granos enrojecidos (pápulas) que algunos pueden contener pus (pústulas).
Rosácea fimatosa (Rosácea tipo III): engrosamiento de la piel, con nódulos superficiales irregulares y aumento de tamaño. Puede afectar a nariz, mentón, frente, mejillas y orejas.
Rosácea ocular (Rosácea tipo IV): sensación de cuerpo extraño en los ojos, con picazón y ardor; ojos y párpados enrojecidos, secos e irritados. Fotosensibilidad y visión borrosa. Telangiectasias en la conjuntiva ocular y palpebral, edema periorbital. Orzuelos frecuentes.
Las dos variantes son:
Rosácea fulminans, con múltiples pápulas eritematosas, pústulas, nódulos y quistes con descarga purulenta.
Rosácea granulomatosa, con pápulas consistentes en las zonas perinasales y periorales.